¿Será capaz el simple razonamiento de mitigar nuestra irracionalidad?
Ya lo han
dicho mentes poderosas y originales, aquellas que han sido capaces de un
razonamiento singular que nos ha arrojado cierta luz acerca de los motivos que
nos hacen ser lo que somos y actuar como lo hacemos. Sin embargo, seguimos
comportándonos de maneras insospechadas, en donde nos apresa, desde los
primeros tiempos en que nos sabemos una especie de este mundo, un inevitable
sentido de irracionalidad.
¿Por qué
siendo entidades racionales, por tanto conscientes de ello, seguimos siendo
irracionales y básicos en el fondo? ¿Por qué finalmente la parte mental a la
que difícilmente tenemos acceso, a ese llamado subconsciente, es el que dicta,
con mayor frecuencia, la manera de sentir real y por lo tanto, la forma de
reaccionar ante todo lo que percibimos? ¿por qué, en ocasiones, o casi enteramente,
depositamos nuestra voluntad en lo externo, en otro o en otra? Y lo peor, que
no nos damos cuenta cabal de la situación y lo justificamos o tratamos de
justificar con las más variados argumentos, en este caso, lo intentamos
racionalizar, hacerlo comprensible primero para nosotros y luego para los demás, ¿no es esto
tratar de vivir engañado? ¿será por eso que la mentira campea en nuestros actos
de relación? ¿será por eso que la hipocresía y el encubrimiento se nos da de
forma tan natural? ¿es un sistema de defensa contra el miedo y contra los
demás? ¿asidero de falsa seguridad?
¿Es acaso el
castigo divino por aquel acto de curiosidad y rebeldía al comernos la manzana? como
nos lo han dicho hasta la saciedad ¿o será que precisamente, porque somos en la
base un ser biológico salido apenas de la animalidad que trágica o
afortunadamente, tenemos la consciencia de que existimos? ¿es ésta una
maldición? ¿y cómo nos libramos de una maldición que parece ser cíclica?
Somos memoria,
como lo comenta Jiddu Krishnamurti, vivimos con base a lo que conocemos y a la
acumulación de recuerdos en nuestro cerebro, muchos de esos recuerdos son
inaccesibles para la consciencia y dada una situación o evento particular de
cierta tensión, emergen y nos hacen tomar acciones que luego podrían no ser las
mejores. Son aquellas “ventanas killers”
que menciona Augusto Curi en sus estudios sobre la inteligencia y que están
ahí, latentes en esa parte primaria de almacenamiento de la psique, nos las
explica de esta forma: “En la memoria
existen muchas clases de ventanas enfermas: fóbicas (que generan claustrofobia,
fobia social, ataques de pánico), anticipatorias (que generan pensamientos
sobre el mañana), de baja autoestima y timidez (que producen trastornos en la
autoimagen y una preocupación excesiva por la opinión de los demás). Este
fenómeno es fundamental para explicar por qué somos una especie capaz de
producir poesía y tener sensibles reacciones solidarias y, al mismo tiempo, de
mostrarse dispuesta a la guerra, a matar y a dominar a los demás sin la menor
racionalidad. También explica nuestras reacciones incoherentes y la dificultad
para dirigirnos a nosotros mismos. Las ventanas killers bloquean la
inteligencia, nuestra lucidez y nos hacen reaccionar como
animales, según pautas instintivas ¿Cuántas veces lastimamos a las personas que
más merecen nuestra comprensión? ¿Cuántas veces perdemos el control de nuestras
reacciones y cuando la emoción se apacigua nos damos cuenta de que nuestras
actitudes debieron haber sido menos violentas?”.
Existe una
confrontación clara entre nuestro fuero interno y lo que percibimos como lo
externo, sujetos a reglas y maneras de conducción, de comportamientos y
convenciones, de estructuras que intentan homogeneizarnos y formar entidades
correctas para alcanzar un estándar adecuado. Krishnamurti menciona en este
caso: “La actividad psicológica interna
siempre se opone a lo externo, por muchas regulaciones, sanciones y decisiones
que pueden ustedes tener exteriormente; todo ello es hecho añicos por nuestros
deseos psicológicos, nuestros temores y ansiedades, por el anhelo vehemente de
seguridad. A menos que comprendamos eso, cualquiera sea la apariencia de orden
que podamos tener, el desorden interno se impone a lo que se amolda, se
disciplina, se regula exteriormente. Pueden existir instituciones –políticas,
religiosas, económicas- esmeradamente construidas, pero cualquiera sea el
carácter de esas construcciones, a menos que nuestra conciencia interna se
encuentre en un estado de orden total, el desorden interno triunfará siempre
sobre lo externo. Esto lo hemos visto históricamente, y ahora está sucediendo
frente a nuestros ojos. Es un hecho.”
Si observamos
nuestro comportamiento, con seriedad y profundidad, nos daremos cuenta que lo
llevamos a cabo de forma casi autómata, no es común que nos cuestionemos por
qué hacemos esto y no lo otro, por qué elegí vestirme como lo hice hoy, por qué
llevo el cabello como lo llevo, por qué le dije a aquel o a aquella lo que
mejor no le hubiera dicho, por qué hablo como lo hago, por qué deposito mi
confianza en personas que me traicionan una y otra vez, por qué insulto y
menosprecio a algunos, por qué sigo aquí cuando preferiría estar allá, por qué
soy soberbio, por qué tengo miedo.
Por supuesto,
todos estos por qué y tantos otros, ni siquiera llegamos a cuestionarlos, es
más, no pensamos en ellos, ¿para qué complicarnos la existencia si de hecho ya
lo es? Así que como la respiración, la digestión, el latido de nuestro corazón
y en general, todas las funciones de nuestro cuerpo, son operadas de forma
automática sin nuestra intervención directa, de esa manera asumimos que sucede
con todo lo demás. Eludimos aquello que nos diferencia de los demás seres
vivos, desdeñamos el razonamiento y vamos por ahí, haciendo como que vivimos y
lo que es más concluyente, nos la creemos.
Es incuestionable
que somos entidades emocionales, además de tener la capacidad de pensar,
sentimos. Es esta cualidad dual, una de las más intensas paradojas de le
existencia, capaz de exaltar el espíritu y de proveernos de lo más sublime pero
también de lo más infame y degradante. ¿Qué es lo que hace que dos personas, en
ambientes similares y con inteligencias equiparables, una sea un vil criminal y
otra un connotado profesionista motivado por causas nobles? El condicionamiento
social es el mismo ¿por qué un mismo ambiente de desarrollo podría llevar por
muy diferentes caminos a dos personas? ¿por qué uno alberga frecuencias de sentimiento
tan diferente al otro? Si esto sucede con dos personas de entornos similares
¿qué podremos imaginar cuando los medios de la cultura y condicionamiento son
totalmente diferentes? Quizá el mero condicionamiento del medio ambiente no sea
la única respuesta y de cierto no lo es, en mayor medida lo es el grado de
consciencia del individuo, que finalmente es la consciencia universal, única;
continuando con esta línea y como nos dice Fromm: “el hombre es producto de la historia pero también la historia es
producto del hombre”, si bien es cierto existen los moldes sociales y las
tendencias generales de una cultura, también, y continúa Fromm: “las energías humanas se tornan a su vez
fuerzas productivas que forjan el proceso social. Así, por ejemplo, el
ardiente deseo de fama y éxito y la tendencia compulsiva hacia el trabajo
son fuerzas sin las cuales el capitalismo moderno no hubiera podido
desarrollarse; sin ellas, y sin un cierto número de otras fuerzas humanas, el
hombre hubiera carecido del impulso necesario para obrar de acuerdo con los
requisitos sociales y económicos del moderno sistema comercial e industrial.”
Es como un
despertar ante los hechos de por qué somos como somos, pero cuidado, este
autoanálisis es parcial, ya que lo que viene de la mente, como lo menciona Krishnamurti,
nunca es completo: “la mente está supeditada
a toda la carga ancestral de ideas, conceptos y prejuicios, por lo tanto el pensamiento
siempre será incompleto”. Al
menos y aunque parcial, es un avance en el camino y lo esencial es
cuestionarnos, investigar dentro de nosotros y derribar las barreras que nos lo
impiden, nadie nos dará las respuestas, esa es precisamente nuestra labor. Ahí
reside la verdadera libertad que no es el que hagamos, vivamos y nos movamos a
nuestro antojo, ejercer nuestra libertad, ser libres, inicia precisamente con
serlo desde el interior, con una mente abierta e incluyente, que no sigue a
éste o a aquel, a nadie en particular, sino que desde la base de la
responsabilidad y de su correspondiente asunción, se integra a la totalidad de
la humanidad, del mundo, espontánea, positiva y afirmativamente.
Así que cuando
creamos estar pensando quizá sólo estemos repitiendo viejos patrones ¿cómo
saber si un pensamiento que producimos es original? ¿cómo saber que no viene
motivado por nuestro temor? ¿o por nuestros condicionamientos enquistados ahí,
en lo profundo? Erich Fromm, respecto a ese conformismo visible nos dice: “La mayoría de las gentes ni siquiera tienen
conciencia de su necesidad de conformismo. Viven con la ilusión de que son
individualistas, de que han llegado a determinadas conclusiones como resultado
de sus propios pensamientos –y que simplemente sucede que sus ideas son iguales
que las de la mayoría-. El consenso de todos sirve como prueba de la corrección
de ideas.” Esto
último, aunque sea un error; como ejemplo clásico el de Galileo en donde la
mayoría –o todos los demás- estaba equivocada, al Sr. Galilei sólo le resto
decir finalmente ante la tozudez y necedad de sus contemporáneos (y salvar el
pellejo): “y sin embargo, se mueve”.
Permanecemos
apegados a ideas y creencias como una forma de protección, de evitar el rechazo
de los demás y sentirnos parte de ellos, sacrificamos el producto de nuestra
reflexión en aras de pertenencia a la familia, nación, religión, partido o
cualquier grupo social de identificación. Es ahí, en el interior de cada quién,
en donde inicia la división y el sentirnos separados de los demás, por ello
tratamos de protegernos con las más variadas justificaciones y saboteamos los
pensamientos que pudieran ser originales y renovadores.
Ante un mundo
lleno de peligros y necesidades por cubrir, desde las fisiológicas básicas para
sobrevivir hasta aquellas de carácter psicológico, como las de pertenencia o
seguridad, es necesario un proceso de cierta adaptación ante tales desafíos. Fromm
hablando de Freud, añade: “Junto con sus
discípulos, dentro de la psicología moderna, no solamente puso al descubierto
el sector irracional e inconsciente de la naturaleza humana, cuya existencia
había sido desdeñada por el racionalismo moderno, sino que también mostró cómo
estos fenómenos irracionales se hallan sujetos a ciertas leyes y, por tanto,
pueden ser comprendidos racionalmente.” Esto fue el inicio de un caudal de
investigaciones y reflexiones sobre el comportamiento del hombre, sobre sus
miedos y angustias, sobre sus reacciones y postura frente a la sociedad en
momentos determinantes. Seguida por sus defensores pero también denostada por
sus detractores, la psicología dinámica nos ha ido proporcionado algunas
respuestas. El valor fundamental ha sido la provocación de voltear hacia esos
terrenos de nuestra psique que antes permanecían ocultos y que sólo se intuían
o se explicaban simplemente como condición o característica innata humana pero
¿por qué?, no nos lo habíamos preguntado, antes no habíamos buceado en esas
profundidades.
Krishnamurti nos
indica: “Como se nos ha educado, programado,
condicionado para ser individuos, nuestra consciencia es, entonces, toda esta
actividad del pensamiento. El miedo y la persecución del placer son el
movimiento del pensar. El sufrimiento, la ansiedad, la incertidumbre y los
remordimientos profundos, las heridas psicológicas, la carga de siglos de
dolor, todo eso forma parte del pensamiento. El pensamiento es el responsable
de lo que llamamos amor, que se ha vuelto placer sensual, una cosa del deseo.”
Por ello uno de los factores principales en cuanto a comprendernos, a nosotros
mismos y a los demás, es ese intento real por prestar atención libremente, sin
juicios, permitirnos observar que nuestro pensamiento está cargado de conceptos
e ideas que obnubilan sus resultados y que además, no son nuestros.
Así, nuestra
mente puede jugar con nosotros mismos y de hecho, lo hace buena parte del tiempo, aunque digamos que nuestros
pensamientos nos pertenecen y son nuestro producto, si observamos
detenidamente, nos daremos cuenta que lo que nos mueve a la acción no siempre
parte de un razonamiento en forma, puro y meditado, sino de nuestro
condicionamiento y de lo que creemos cierto, regularmente disfrazado con
argumentos aparentemente sólidos pero que realmente vienen de esos impulsos
internos que a veces son oportunos, pero no siempre.
Ya lo sabemos,
¿tendremos la voluntad de enfrentarlo? ¿de intentar ejercer nuestra verdadera
libertad? ¿seremos capaces de ser lo suficientemente humildes y sabios para
definirnos por lo que somos y no dejarnos embaucar por el interminable
azuzamiento del miedo y afán divisorio en nuestras sociedades actuales?
Nos quedamos
con esta cita de Fromm: “Lo esencial en
la existencia del hombre es el hecho de que ha emergido del reino animal, de la
adaptación instintiva, de que ha trascendido la naturaleza –-si bien jamás la
abandona y siempre forma parte de ella—y, sin embargo, una vez que se ha
arrancado de la naturaleza, ya no puede retornar a ella, una vez arrojado del
paraíso –un estado de unidad original con la naturaleza—querubines con espadas
flameantes le impiden el paso si trata de regresar. El hombre sólo puede ir
hacia delante desarrollando su razón, encontrando una nueva armonía humana en
reemplazo de la prehumana que está irremediablemente perdida.”
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Bibliografía:
Jiddu Krishnamurti. “La madeja
del pensamiento”. 2006. Edit. EDAF, S.A.
Augusto Cury. “12 semanas para
mudar uma vida”. De la traducción al español 2009. Edit. Planeta.
Erich Fromm. “El miedo a la
libertad”. 1947. Edit. Paidós. Reimpresión 2012.
Erich Fromm. “El arte de amar”.
1959. Edit. Paidós. Reimpresión 2010.
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