el despertar magnífico de una alma inquieta,
un poco adormecida aún por la deshora de anoche
(y de muchas noches),
rendida con la luna después de enviar amores.
Los reclamos justos de ella se amparan dulces,
más como pretensiones de empatar tiempos,
de aprovechar mayores lapsos antes del letargo;
pero él vive en destiempo y con una hora atrás,
aunque comprende puede más el placer y
olvida el ritmo de aquella que tan bien atiende.
Y es que la prosa fluye sin detenerse,
se embelesan en ella como dos adolescentes,
el amor los sucumbe,
se rinden en un corazón unánime,
a pesar del mañana que viene adormilado.
Claro, más de una que del otro,
la una tiene el gallo en su ventana,
el otro el sueño pesado y los deberes ausentes
(por el momento).
Así, ambos se mueven en su día,
teniendo lo que tienen como lo tienen,
hablando cuando hablan,
no hay pretensiones sino ilusiones,
sueños de aliento para el próximo encuentro,
¿virtual? ¿personal?,
¿Quién lo sabe y quién lo define?
Como lo dijo Calderón:
"¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida Una Ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."
De esta forma viven el sueño
y sueñan la vida,
viven despiertos y despiertan viviendo,
sueñan dormidos y soñando duermen,
que los sueños sostienen y dan sustento,
la suerte de tenerlos los proclama vivos.
Quién no tuviera sueños,
estando aquí no está,
moviéndose está inerte,
hablando no se escucha,
viajando no se mueve.
Al final los sueños los enlazan,
Sin ellos, sin los sueños, no hay nada.
Sigamos pues, soñando…