viernes, 2 de abril de 2010

Un perro digno o las aventuras y zozobras de un chihuahua

Esta es la historia de un perro, no de cualquier perro, sino de uno que a veces, no lo parecía.

Como una esfinge, de esa forma estática e inamovible se podía ver en ocasiones: su torso, cuello, patas, orejas, hocico puntiagudo, ojos fijos, cola levantada, atento a la circunstancia. Su porte manifestaba la dignidad de su herencia perruna, no sabemos de dónde le vino esa manera regia de comportarse, tan diminuto en tamaño físico y tan grande en expresión, no era cualquier perro, era el perro de la casa, era un perro muy digno y orgulloso, un perro con actitud de caballero.

Se batía con quien fuera, no importaba el tamaño, al menos al principio, si sus fuerzas eran rebasadas, lo que siempre sucedía, se alejaba y se ponía a resguardo, eso sí, seguía ladrando con bravura desde ese sitio seguro. Mientras mediara una reja, seguía atacando sin piedad, mostrando sus fieros colmillos, gruñendo y en posición de ataque, moviéndose y con la punta de sus orejas alcanzando el cielo, era divertido observarlo, una masa diminuta con patas, menor que cualquier rata común de ciudad, emitiendo sus agudos ladridos, hostigando a quien osara acercarse a sus terrenos, fuera éste invasor de dos o de cuatro patas, bastaba con que fuera desconocido y amenazador para él.

Un perro, perro, lo que se dice perro no era. Tenía cara de perro aunque hay gente que también la tiene, maneras de perro, olfato de perro, patas de perro, lengua de perro, físicamente parecía un perro, al parecer, también tenía cerebro de perro pero como nunca externó sus ideas, así, abiertamente, platicaditas, no lo supimos, pero la duda quedó, tenía esos comportamientos que Desmond Morris comenta más o menos de esta forma: mientras más afinidad presente un espécimen cualquiera con los rasgos físicos o del comportamiento de los humanos, mayor es la identificación y la buena disposición que nos relaciona a él, esto es universal. Y el perro como género, nos ha acompañado desde siempre y se ha convertido en más que un compañero de vida, además de que no compite con nosotros, hablando de supervivencia.

De lo que estuvimos seguros es que no era un gato, aunque por la cantidad de veces que se salvó de la muerte y la curiosidad que sostuvo desde que llegó a este mundo, estos rasgos lo emparentaban con los felinos citadinos, por lo demás, fue generalmente un perro y ¡qué perro!

Un día, se empezó a torcer en los brazos de su dueña, un ataque, pero ¿de qué?, se lo llevaron al veterinario de inmediato. El diagnóstico y la causa de las convulsiones fue falta de azúcar en la sangre, hipoglucemia, ¡vaya usted a imaginarse!, lo bueno es que este cautivador y enérgico chihuahueño podría decirse que era omnívoro, comía casi como un humano; así, se tenía a mano raciones de chocolates u otros dulces (pequeños, para su tamaño y necesidad) sólo para cuando nuestro estimado compañero se veía alicaído o presentaba algún síntoma extraño.

Era un perro valiente, a veces no medía su audacia y eso le costó ganarse unos buenos sustos, él y sus dueñas pasaron varios, hasta que un día tuvo el último, como le suele acontecer a los intrépidos, pero eso viene después. Le gustaba salirse de casa y “marcar” cuanto árbol y poste se encontraba, no sabemos de qué tamaño tenía su vejiga, dedujimos que proporcionalmente no debía ser muy grande, sin embargo, le alcanzaba siempre para todas sus acometidas marcadoras, era increíble.

Su primer descalabro serio fue precisamente cuando su cabeza se encontró con una “calabaza” (como se le llama a la transmisión trasera exactamente en medio de las ruedas y debajo de algunos automóviles), como era su costumbre, aprovechando un descuido se salió de casa y se enfrentó en la calle a un vehículo motorizado, pasó por encima del bravo sin problema pero la “calabaza” le asestó un porrazo en la testa; es por demás decir que quedó tirado en el pavimento, inconsciente, claro que el primer pensamiento fue ¡ya se murió! Afortunadamente vivió para contarlo, bueno, para ladrarlo, algunas días de curación y cuidados lo regresaron al ruedo, como si no hubiera pasado nada, su estampa y su figura ahí estaban de nuevo.

La madre y su hija, dueñas de tan peculiar can, salían todos los días muy temprano a su trabajo, regresando ya entrada la tarde. Un día común de esos, sucedió lo siguiente: la casa tenía una malla al frente, una sección de la malla estaba rota y presentaba un orificio más grande que la regularidad del tramado, pero no tan grande como para que el can pudiera salir por ahí, sí, ese orificio quedaba casi a la altura del perro, cuando éste se paraba en dos patas precisamente en ese sitio a ladrar a lo que pasara. Al regresar del trabajo, las damas sufrieron una impresión, el cuadro que se encontraron fue dramático, nuestro héroe, con la cabeza hacia la calle, se encontraba colgado y fláccido, como un trapo. ¿Desde cuándo estaría ahí? Atorado y sin escape de la maléfica malla. Con cuidado y paciencia lograron desprenderlo de esas garras que lo aprisionaban para de inmediato, dirigirse al veterinario. Nuestro bravo llegó como un trozo de gelatina, flojo e inerte, requirió de dos días de hospitalización con suero integrado para restablecerse y salir de la deshidratación profunda en que se encontraba, mucho sol, nada de agua ¿durante cuántas horas? ¿Todo el día? Nunca se sabrá, el caso es que al tercer día y fuera del hospital ya estaba como si nada, ladrando agudamente (por cuestión física y tamaño ¿por qué más?).

Can fino, omnívoro, voluntarioso, de genio aventurero, sobrio en sus modales, hipoglucémico, valiente y decidido, eso sí, hay que decirlo, cuando podía sabía huir de una causa perdida, nada qué ver con su minúsculo tamaño, tenía un gran espíritu. Cierta vez en que comía, empezó a carraspear, algo se le atascó en su garganta. Desesperado se retorcía de un lado a otro, llegó el punto en que prácticamente no podía respirar, nuevamente y con el Jesús en la boca, corriendo se lo llevaron al hospital. Ahora la causa del percance fue un trozo de hueso (de res) mal triturado por sus dientes, otro susto, otra carrera para sus dueñas, pero otra vez, eludió la rayita, y fue salvado por su veterinario (y por quién le daba de comer). A este punto podríamos pensar ¿Quién era el dueño de quién? ¿Quién era el protector y quién el protegido? Sin embargo, mantenía su celosa dignidad y su posición en la familia, en ese punto no había discusión.

Como sabemos, los perros tienen cuatro extremidades de locomoción que utilizan normalmente, esto es en tiempos regulares sin accidentes de por medio. En esta región de clima semidesértico, con lluvia irregular y humedades relativas cambiantes los chihuahua se la pasan bien. Nuestro can amigo nos anunciaba el tiempo frío además de lo que nos decía nuestra sensación. En días fríos, caminaba en tres patas, la razón de ello fue descubierta al comentarle este hecho a su médico de cabecera, el rey del vecindario padecía reúmas y por supuesto, se le acentuaban en esta época, pero no vayan a creer que disminuía un ápice su estampa, no, con tres patas y una al aire, mantenía su postura regia, aún caminando, su gallardía entera.

La colonia, estaba llena de perros, de varios tamaños, de diferentes razas. Algún cobrador, o el cartero, o cualquiera que caminara o pasara por la calle, recibía una bienvenida sonora, bastaba con que uno de los muchos canes empezara a ladrar para que todos en la cuadra lo hicieran, era aquella una desatada cadena de improperios y amenazas caninas de magnitudes altisonantes enorme. Por la acera, a unas cuantas casas vecinas, tenían un rottweiler, un perro bravucón. Una tarde, el héroe que nos ocupa, se las ingenió y se salió de casa, de nuevo a sus actividades de marcaje. Caminó unos cuantos pasos, como los perros vecinos estaban dentro de los patios y cocheras enrejadas, este perro digno pasaba a un lado sin inmutarse de las fieras manifestaciones de sus pares, peladas de dientes y demás, pero no contó con que el rottweiler podía sacar parte de su hocico a través de la reja, la confianza, cuando es demasiada en ocasiones se transforma en un serio problema, tal fue, esta vez, lo que le sucedió al can de esta historia, fue atrapado por las fauces del perrazo, el pobre chihuahua en el hocico babeante del rottweiler, subía, bajaba, hacia un lado, hacia el otro, como lo haría un hipopótamo con un cocodrilo, ¿a qué horas se decidía y lo partía en dos? Esa era la terrible escena, la que definitivamente se convertiría en tragedia. Pero como uno nunca sabe cuando le toca presentarse ante el creador, los acontecimientos se dirigieron por otro rumbo: el dueño del rottweiler estaba por ahí en la cochera, quién sabe de qué forma logró que la aviesa mandíbula perruna soltara al chihuahua, éste, tampoco supimos cómo salió aún jadeando de esos colmillos que lo sujetaban, aterrorizado, el pánico le cubrió los ojos con una substancia blanquecina: “ojos como de muerto”, dijo su dueña (la hija) al participar en el rescate. Lo cierto es que con algunas heridas y lastimaduras, logró sobrevivir, una vez más ladró para contarlo, qué perra suerte favorable para seguir meneando la cola y por supuesto, seguir con esa postura digna del rey que se creía y que en esta etapa todos creíamos también, un rey en casa.

Había estado lloviendo en la ciudad, los jardines de las casas se mantenían húmedos, charcos aquí y charcos por allá, mosquitos, renacuajos, luego ranas, sapitos y sapotes.
Nuestro rey sobresalía por su curiosidad constante que siempre mantuvo durante toda su vida. Esta fase investigadora a pesar de que ya no era un perro de pocos años sino más bien uno con la madurez a cuestas, no disminuyó nunca. Quizá por ello y porque antes no lo había experimentado, pasó lo que pasó. Una cosa que parecía una piedra en el jardín llamó su atención, inició su actividad, primero a prudente distancia, luego acercándose cada vez un poco más, le ladraba amenazadoramente en su propia cara, le daba la vuelta y le seguía ladrando, el sapo, cansado de esta actitud, finalmente le escupió defensivamente su veneno, para la mala fortuna de nuestro héroe y para la buena puntería del sapo, los disparos entraron por el hocico mientras éste ladraba, lo que siguió después, de nueva cuenta en la categoría del drama. Nuestro investigador perenne envenenado por una piedra que no era tal, ahora agonizaba con los últimos estertores de la muerte, costosa investigación era ésta. Gracias a sus maravillosas dueñas, atentas siempre a las correrías de nuestro noble perro, salieron como el veneno del sapo, disparadas al veterinario con aquél aventurero a punto de irse para siempre. Por suerte, la información fue precisa y el antídoto aplicado fue el adecuado, otra vez, vivió para continuar su azaroso reinado.

Todo en este mundo inicia y alguna vez termina, a veces lentamente, a veces de manera abrupta. Un rey no dura por siempre, esto fue lo que sucedió, esta fue la última aventura, el final de una vida llena de peripecias. Como había pasado antes, nuestro chihuahua se escapó y salió a explorar de nuevo el mundo, esta vez llegó lejos, hasta la avenida central de la colonia. Quién sabe qué pasaba en su cerebro de perro andariego, la cuestión nunca quedó clara, el caso es que se lanzó a encontrar un taxi que pasaba en la calle, como todo perro y no se sabe por qué, lo que persiguen y a lo que le ladran no es en sí al vehículo, lo hacen a los neumáticos, quizá porque es lo que rueda y se mueve, además de desplazarse, o probablemente sea el caucho con el que están construidos o el olor que pueden capturar (las llantas entran en el ámbito del marcaje con orín de los canes, así como los postes y los árboles), no se sabe con certeza la razón, nuestro personaje central se comportó como lo que era y no lo que parecía, en este caso como todo un perro. Algunos testigos del hecho, comentaron que simplemente al correr tan cerca, uno de los neumáticos lo enganchó y le pasó por encima, otros que nuestro amigo buscó ese fin con premeditación, no lo sabremos con exactitud. También se dijo que el rey estaba cansado y que últimamente sufría de depresión, quizá la observación no estuviera alejada de lo real dada la variación de comportamiento que nuestro amigo llegaba a mostrar.

Este perro, de rasgos incomparables, de actitudes recias, de un temperamento inusual, digno en su porte hasta su fin, fue enterrado en una población que llamamos “Little Town” cercana a esta ciudad. Su recuerdo permanece, su ejemplo ante las adversidades es digno de reflexión, ante los reveses se mantuvo inflexible, el pasado lo dejaba ahí mismo, no se angustiaba por el futuro y vivía el día como lo único que tenía, ¿no es ésta la ruta de la felicidad?

1 comentario:

  1. VERDADERAMENTE SORPRENDENTE Y MARAVILLOSA ESTA TIERNA HISTORIA DE "CAMILO".
    SABEIS PONCHO, YO TAMBIEN TUVE UN MARAVILLOSO PERRITO MITAD MALTES Y MITAD FRENCH, SE LLAMO EN VIDA "CHARLY". Y VIERAS QUE MOMENTOS TAN AGRADABLES PASAMOS NOSOTROS CON ÉL; ASÍ COMO ÉL CON NOSOTROS...... COMO RECORDAR EL CARIÑO Y LA PACIENCIA QUE LE TENIA A MI PAPA.....EN SU PENOSA ENFERMEDAD...... NO CABE DUDA QUE NUESTRAS PEQUEÑAS MASCOTAS, NO NADA MAS HAN SIDO "PERRO", SINO HAN LLEGADO A SER UN MIEMBRO MAS DE LA FAMILIA; TE PODRIA DECIR QUE "CHARLY" ERA COMO MI HERMANO, ASI COMO "CAMILO" LO ERA PARA TI.
    FELICIDADES......... ! ! ! !

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