martes, 5 de julio de 2022


 Jardín de hacienda/
La noria, sugerida al costado derecho, agrega al conjunto el tiempo que alguna vez fue y que no regresará jamás. Esas paredes revestidas de blanco en el viejo jardín susurran todos los soles, todas las noches, todos los aciagos momentos de los ataques que hacían de vez en cuando los naturales, con justicia o no. Unas gallinas; un cerdo; algunas mazorcas; con ventaja, un caballo, nuestro bien más querido. Nos recordaban nuestra suerte de invasores, pero claro, con el Señor de nuestro lado, siempre de nuestro lado. El  hambre de los salvajes y la nuestra misma, era la culpable de nuestros enfrentamientos y de nuestro encono. Ese mesquite torcido, como nosotros, torcidos por el destino que nos tocó, pero de pié, nos delata, pero también nos acoge en una  interminable nostalgia del aroma del azafrán; en las babas del cactus y sus hojas; en los gusanos con sabor a tierra americana virgen; en los colores del frijol rojo; en el olor del maíz tostado al fuego; en todo este horizonte del norte de la Nueva España, más mestizo en su comida a fuerza de costumbre que de su sangre, porque, ¿Con quién, que ya hubiese estaba aquí, nos emparejábamos y continuábamos esas combinaciones? No hubo nadie. Todos ellos finalmente desaparecieron muy temprano. No quedó otra, de no ser así hubiéramos desaparecido hace tiempo.

viernes, 1 de julio de 2022


 Ardillas/
Vuelas por una semilla, trepas con agilidad pasmosa, movimientos innatos. Roedor simpático; cola blonda y grácil. Tus ojillos pispiretos han visto amaneceres y amenazas nocturnas. De árbol en árbol no encuentras sosiego, parecieras un humano de hoy de cualquier ciudad, tenso, con esa ansiedad desbordante. La leyenda dice que las ardillas una vez fueron humanos de una enorme ciudad, dado su ferviente deseo, su desesperanza, dioses compasivos se apiadaron y quitaron la razón de su entender, y aunque continuamente mantienen esa perniciosa ansiedad, ya no sufren por ello o cuando menos, no se dan cuenta.


 Túnel frondoso/
Imagínate, solo imagínate, caminar por un túnel de colores suaves lleno de luz; ahora imagínate esa experiencia en compañía de alguien que te atraiga, alguien que te emocioné, que te renueve en donde tú te compartas igual, íntegramente en una rica e interesante conversación, claro, con aquellos silencios necesarios de comunión. Que nada perturbe esa armonía, que nadie se atreva. No móviles, no iPads o tabletas, ninguna cosa  que te encadene ¿No sería maravilloso?


 Big Wheel/
Uno a veces está arriba, uno a veces está abajo. Con exactitud no sabemos en que posición estamos, en un momento determinado no es posible saberlo; la comparación con otros no nos sirve, es inútil. Compararse con uno mismo podría parecer lógico aunque tampoco obtenemos respuestas. Lo mejor es disfrutar los vertiginosos ascensos y descensos, esos sí nos mueven las tripas, al fin de cuentas somos seres emotivos.


 Escalera al cielo
¿Adónde llegará? ¿al cielo? El arriba y el abajo son lo mismo, todo depende de la perspectiva del observador, ¿quién te dice que esa escalera realmente baja o que realmente sube? el marco de referencia es lo que nos dice la verdad para un caso particular. Por ello una de las máximas del Kybalión: “Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba”.


 Balcón doble
¡Pero cuantas direcciones! Cuantos ángulos, cuantas vértebras desnudas, sin carne, sin aliento, muerte. Óxidos contenidos, ogros en su claustro, progreso de los siglos ferrosos que aún se sostienen, y que de seguro, fríos e inertes, como son, nos pasarán en los eones que vienen.


 Reflejos
Esos autorretratos de imagen rebotada, en donde ni siquiera se tiene la certeza de si eres tú, solo porque tú lo dices ¿de verdad eres tú? Imagen no del ego de un selfie pueril de los de hoy sino de más adentro, sí, tiene algo de ego pero también de renovación y de cierta esperanza, cosas de las que carece una selfie.


 Aguas frescas
Colores listos para que entren a tu cuerpo, invadan tu garganta y te provoquen frescura, tal es su vocación. Bendiciones encontradas por las calles de magma donde los caminos se vuelven chicle y las pasiones crecen aturdidas con los Kelvin, los Celsius, los Fahrenheit a tope.


 _¿Adónde apuntan esos cañones?  
_A los asteroides peligrosos, claro, ¿adónde más?  
_¿Al cielo, a Dios?  
_¿Cómo crees? No espera, quizá sí, parecen ser semaraditas, ellos viven al revés.  
_¿Nosotros somos entonces el anverso o el reverso de ellos?, ¡nosotros somos “los buenos”! ¿cierto?


 Días nublados. ¡Cómo los extrañamos en estos tiempos! mucho más aún, los lluviosos. Los días de neblina, esos que ayudan capturando algunas partículas de polución del ambiente depositándolas en el suelo, limpian un poco; al menos, al difuminarse, reviven la esperanza y a veces, tan solo a veces, nos permiten ver las montañas, imponentes, eso ayuda al ánimo, o al desánimo, como se quiera ver.


 Un día, en competencia, circularon por aquí coches muy rápidos; cuando dejaron de hacerlo, los peatones se pusieron muy contentos. Esa alegría no duró mucho, llegaron los ciclistas desordenados. La bici tiene una aura santurrona, verde, inofensiva, locomoción natural, defendida por todos. No es sino hasta que un ciclista te atropella cuando esa dulzura se desvanece. Nada es blanco blanco, ni negro negro.


 Seis palmeras. Hablaban entre sí, cada una se ufanaba de tener los mejores cocos: los más redondos; los más grandes y jugosos; los más sanos; en fin, los mejores. Lo cierto es que ninguna de las palmeras había tenido ni un medio, ni un cuarto, ni un octavo de coco, pero el orgullo en juego era inmenso, además, ¿quién podía desmentirlas? ¿un coco ausente?

El hombre de hierro. Hay fierros que hacen a otros fierros. Concebidos como tales, a veces se manifiestan casi abiertamente, otras veces se ocultan de los curiosos. Siempre están ahí, al acecho, para hacer el mal, para hacer el bien, nunca se sabe. Sé prudente cuando te encuentres con uno, no lo desestimes pero tampoco lo idolatres.