viernes, 4 de octubre de 2024

 La faena de ir al pueblo


Ir es una cosa, regresar, otra. Nunca, nunca, pero nunca antes había sido tan difícil ir al pueblo de Ciénega de Flores (y luego regresar), tan es así que si no tienes a qué ir, no vayas, igual, si no tienes a qué salir del pueblo, no salgas, pero sabemos que eso es utópico, si no salgo a lo mejor no tendré para comer, si no salgo, ¿cómo pagaré las facturas?, me correrán del trabajo, muchas veces no hay opción.
Y eso es lo que pasa ahora mismo, un caos de proporciones muy, muy duras para la gente en general que vive en aquellos lugares o que tiene que ir ahí o simplemente, que tiene que cruzar el pueblo de sur a norte o de norte a sur, depende, para seguir su camino. Uno pensaría que el pueblo y en general el municipio, es uno de esos lugares olvidados por aquellos que podrían remediar en parte la situación, digamos, los gobernantes, ¿dónde están?
 

Cuando en su campaña la ahora nueva Señora presidente de la nación llegó al pueblo, prometió gestionar una carretera de circunvalación (periférico) para agilizar la vialidad, ¿tardará mucho esta obra?, ¿habrá pueblo aún cuando esto suceda?, y  mientras, los planificadores del gobierno local y estatal, ¿tendrán propuestas para aliviar la situación? No los oímos, ¿respiran?   


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 En el Metro con la Señorita García

Me dirigí a la estación Fundidora de la línea uno del Metro (iba a Cintermex), hacía mucho tiempo que no andaba por esta línea, la uno. Para llegar a esa estación, me subo a la estación Sendero de la línea dos, que es la última de esa línea o la primera, depende de dónde vengas,  con dirección Zaragoza. En la estación Cuauhtémoc bajo de la línea dos para hacer transferencia a la línea uno con dirección a Exposición. Estaba en la estación de Cuauhtémoc, que es una estación grande y de mucho movimiento, quizá por la unión de dos líneas del metro, la uno y la dos. En mano traía a la Señorita García (cámara compacta electrónica que así llamo) y hacía algunas fotografías mientras esperaba el tren. Intentaba encuadrar y componer una foto del arco que forma una enorme estructura metálica color verde y que da fisonomía a la estación. Antes ya he hecho algunas fotos desde afuera de esta estructura pero nunca desde adentro. 

En eso escucho una voz imperativa: “¡Oiga! ¡Eh!”, y de nuevo, “¡Oiga, eh!” “¡Oiga!”, “¡¡Oiga!!” Desde el primer “oiga” ya sabía que se dirigía a mi, pero la sapiencia (algunos envidiosos lo llama “ser mula”) me hace desdeñar los inicios de tales imperativas bravatas, un guardia o policía me hacía señales desde el andén de enfrente cruzando la vías, me dice (grita): ¡Está prohibido tomar fotos! Para que no se me enojara guardé a la Señorita García en su pequeño estuche y ya, como que se relajó y claro, se infló un poquito, ya saben el ego. No sé de donde viene esa prohibición, es un lugar público, me hubiera gustado preguntarle por qué está prohibido si no molesto a nadie, pero la respuesta ya la conozco: “yo sólo obedezco órdenes”.

Y así la historia: ¿Por qué matas a tu hermano? “No sé, yo sólo obedezco órdenes”.    


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En la vendimia de libros


El domingo fui a Cintermex (Parque Fundidora) a echarme una vuelta al mercado de libros que llaman Feria internacional del libro Monterrey (FIL Mty.). Llegué caminando por un costado de la Av.Madero, entré por el lado del estacionamiento de la Arena Mty., pensé que era más corto pero no. Lo bueno es que al entrar por aquí me di cuenta que parte de una nueva línea del Metro en construcción pasa por dentro del parque Fundidora exactamente por la parte de atrás de la Arena y de Cintermex (Centro Internacional de Negocios), este último, sede de la FIL Mty. desde hace años.
Pues sí, es un evento de fiesta, de letras que bullen junto con gente por todos sus pasillos y galerías, el furor por hacerse de libros, por subirse a la ola de hoy, que esperaríamos fuera una ola gigante eterna y no sólo cuando haya FIL o cosas parecidas.
Esta ocasión, me llevé al paseo a la “Señorita García”, así llamo una pequeña cámara fotográfica compacta digital de la marca Canon que lleva ese nombre (Señorita García)  en honor a esa Señorita de la que proviene la pequeña caja obscura electrónica y que llegó a mis manos. Fue una tarde redonda, me encontré a algunos amigos y descubrí caminos nuevos e interesantes. Quise asistir a una presentación de libro de una amiga con carácter libanés en su imagen, pero llegué un poco tarde y me la perdí, a veces no cumplo mis intenciones aunque quiera, pasa.
 

 Las cosas pequeñas en su epitafio 


Años de cultivar su personalidad, nunca se detenía, se decía el ser más sencillo del planeta, pero todos los que la conocíamos sabíamos que no era así, quizá si hubiera especificado qué planeta podría explicar tal aseveración porque mira tú, hay de planetas a planetas. Al final de su vida, un poco tarde para una vida diríamos improductiva ya que nunca desarrollo compasión genuina sólo aquella aparente, empezó a notar que algo no estaba bien, no tenía nada real que recordar, ningún atisbo de autenticidad, no había sinceridad en su mundo, todo había sido una comedia teatral, no había amigos de verdad, nunca inspiró a nadie, ¿qué sucedía?, ¿y la adulación de la que se alimentaba, era falsa, era una postura?, ¿dónde estaban aquellas pequeñas cosas?, no lograba acertar dónde habían quedado, nunca fue consciente de la manera de respirar, de qué modo notaba la temperatura de su cuerpo, de aquellas pobres gentes que le brindaban su corazón de diferentes formas y que desdeñaba por verlas muy inferiores a lo que ella era, ¿dónde estaba el conejo de pascua, fue real?, ¿y las celebraciones de todos aquellos cumpleaños?, ¿dónde quedaron esos amaneceres silenciosos y apacibles? ¿aquellos orgasmos robados, de verdad lo fueron?, ¿adónde se fueron los cafés que te tomaste como malteadas, de un sorbo, sin disfrutar lo importante, la compañía?, ¿dónde los diversos Alephs que, suertuda, viste sin ver?, ¿dónde quedaron los soles en madera, las galletas de jengibre, el dragón morado con la lengua de fuera, el libro de las mutaciones? 

Los gusanos habían devorado paso a paso sus áreas de sentir, las de su mente, las de su alma, como un evangelista sin adeptos para convertir, estaba vacía, muerta desde hacía tiempo. Así que actuó por misericordia, que nunca se supo de dónde le llegó, ¿milagro?, ¿física cuántica?, ¿el secreto de la nueva era?, no sabemos, y la verdad, no nos importa, es probable que ella nunca haya existido aunque pensó que sí.



lunes, 16 de septiembre de 2024

 Del amor inocente a la barbarie en un puente colgante, casi al mismo tiempo

 

1era. Parte/Amor en el aire

Este puente colgante que, huelga decir, no conocía, tuvo dos historias sucesivas impredecibles: la primera de amor y la segunda de violencia. Eventos que ni en mis mejores momentos de lucidez habría podido prever.


Paseaba por el pueblo de Terán en el estado de Nuevo León haciendo fotos del lugar, la forma de descubrir rincones y escenarios no hay otra que caminar y caminar, observar el entorno y maravillarte con lugares nuevos y excitantes, que no hablo de “grandiosidades”, lo pequeño generalmente es lo grande.

Iba por una calle principal del pueblo, llegué a una esquina, volteé la mirada a mi derecha con dirección al río y descubro (para mi, claro, no quiero parecer Colón y la europeizante soberbia egocéntrica) un puente que cruza el río Pilón, ese que viene de Rayones, y quizá más allá, bajando de la sierra Madre Oriental. No es cualquier puente, no señor, ¡es un puente colgante hermoso! Nadie me había contado de él, no sabía siquiera que existiera, pero ahí está, con las señales del tiempo y del medio ambiente reflejadas en su piel, pero erguido, orgulloso, desafiando la extensión del río que cruza.

Como es usual, la cámara estaba en mi mano derecha, como un automatismo interno empecé a buscarle el ángulo a la escena, las mejores facetas de ese puente con dos ejes verticales en ambos extremos de los que penden cuerdas de acero que sostienen el corredor de tablones de madera para los peatones, bella estructura, como el de San Francisco con sus debidas proporciones, no tan grande como el californiano.

La primera fotografía que acompaña a lo narrado, es en blanco y negro, una chica con algo entre las manos viene caminando por el puente hacia donde yo estaba. Hice la foto pensando en que la imagen humana ayudaría a dimensionar el tamaño de la estructura.

Ya en mi computadora, cuando estaba “revelando” la foto, es cuando me di cuenta que la chica sonreía a la cámara,  por la distancia no vi esa sonrisa cuando hacía la foto. Bueno, eso de que sonreía a la cámara (o a mi), atando cabos posteriormente, no era así. Exactamente atrás de mi venía un chico con un regalo en las manos también, igual sonreía. Al estar editando y reencuadrando la foto fue que caí en la cuenta que esa sonrisa era mutua, de ambos, esa alegría por encontrarse en la mitad del puente se les notaba a leguas. La chica no sonreía a la cámara, le sonreía a él y al aroma nervioso del amor.

Cuando finalmente se encontraron, que fue exactamente en el punto en el que yo estaba parado, me sentí un tanto como intruso, sentí que opacaba el suceso así que de inmediato me hice a un lado y seguí caminando en la dirección por la que iba sobre el puente. Los chicos eran jovencísimos. Tuve el privilegio de estar presente en una escena de amor inocente y real en donde podría haber arruinado ese intercambio de regalos, pero el amor siempre triunfa, cuando el sentimiento es verdadero.  



2da. Parte/Una educación deficiente fomenta el odio y la embriaguez del alma.

…seguí caminando y haciendo fotos por el puente colgante con una media sonrisa al observar la escena de amor juvenil de la que recién había sido testigo directo, a su vez me hizo recordar aquellas juventudes mías en las que era mas inocente que ahora, mucho más inocente, uno se va maleando conforme a los fregadazos recibidos.

Cuando me di cuenta ya iba aproximadamente a la mitad del puente, notaba que algunos tablones habían sido substituidos, los nuevos no estaban pintados con el gastado bermejo de los viejos, el puente había tenido su manita de felino reciente. Con un ligero bamboleo conducía mi andar disfrutando de ese movimiento suave, no necesitaba cogerme del barandal, de pronto, una fuerte tracalera, disparos inequívocamente al parecer de muy cerca: track, track, track, track, track; luego otros que sonaban diferente con otro ritmo: trock…trock…trock, no sé si contestando a los balazos iniciales o rematando al mismo o mismos por los que iban. Luego algunos más, no más de unos minutos y siguió el silencio. Autos a gran velocidad, que después supe por una vecina del pueblo, que al parecer eran de los soldados que se dirigían a toda prisa hacia donde venían los disparos. Imágenes vistas luego en la Internet se observan varias troconas (pick up) con gente armada con fusiles y vestida con camuflaje y cascos en las cajas de las trocas, no tenían la homogeneidad del uniforme policial o militar, por lo que no parecían ser ni policías ni militares sino otras entidades (?).   

Cuando te encuentras con esta situación (una balacera) en la calle lo primero que haces es tirarte al piso, mientras son peras o son manzanas lo que haces es intentar protegerte o proteger a los tuyos, no sabes de dónde vienen los disparos, los escuchas cerca pero no ves a los tiradores, a la mitad de un puente colgante, meciéndote suavemente de un lado al otro, no tienes muchas opciones. ¿Te tiras al piso?, ¿serviría de algo? Me parece que el mayor temor es a lo que se llama balas perdidas, y sí, se viene la posibilidad de la muerte o a quedar lisiado o algo así, tan de súbito que no determinas qué pensar, no puedes evitarlo, todo es tan rápido, todo se te viene en cascada, un tropel imparable. La otra que te llega al cerebro es: ¡Chin, estos mensos me están confundiendo! ¡Seguro que con mi sombrerito de ranchero creen que soy el bato que buscan ejecutarse! ¡Ya valió! ¡Puras elucubraciones de sueños húmedos (por el sudor) y el ego!

Después del sobresalto inicial y recobrando la sensatez, sigo mi camino y finalmente alcanzo la salida del puente a la que iba. Unas damas de una de las primeras casas de ese lado permanecían expectantes, al preguntar me dicen que hacía tiempo que no pasaba esto. Me detuve ahí por un rato, luego regresé y crucé el puente por donde había venido. Llegué a la plaza principal de Terán y caminé unas tres cuadras más hacia donde había dejado estacionado al Mil Batallas (mi carro). Paré en Montemorelos para hacer unas cuantas fotografías más y comer algo, hecho esto seguí hacia Monterrey. Fue en este trayecto de la carretera nacional, al ir escuchando las noticias, que me enteré que toda la zona citrícola, desde Linares hacía el norte (en este caso hacia a Monterrey), ha estado en conflicto y ha habido varios enfrentamientos armados entre grupos de delincuentes y fuerzas policiales; mencionaron también a Rayones, preciosa zona de nogales, está dentro de la zona de los conflictos.

Atrás, cuando regresaba de Terán a Montemorelos, vi pasar a tres ambulancias echas la mocha, igual al menos a dos convoyes de policías/soldados todos se dirigían a Terán, no sé si hubo muertos pero heridos, obviamente. Hace años que en México vivimos en una guerra soterrada que todos los políticos niegan (como era de esperarse), quizá podría ser algo así como una semiguerra, seguida de una creciente delincuencia: secuestros, cobros de piso, asesinatos cobardes dirigidos, apropiación de mercados de productos, lavado de dinero, etc., etc. Existen intereses muy poderosos, intereses económicos y políticos los cuales sólo imaginamos. Nos queda esperar nunca estar en fuego cruzado, ni ser susceptibles a ser víctimas o ser parte del daño colateral de esta semiguerra. Cuidémonos, en lo que cabe.

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Sucesos del viernes 13 de septiembre de 2024
Montemorelos, Terán, NL
Monterrey, NL