Cuando la mujer dejó de ser la coprotagonista y los esfuerzos por modificar esta conducta humana.
“Para una persona mínimamente culta la distinción entre sex (sexo) y gender (género) es algo obvio. Estos dos conceptos se han establecido entre nosotros procedentes del movimiento feminista americano: sex desiga el sexo biológico; gender los roles sociales (hombre) y (mujer) atribuidos al sexo biológico. Esta distinción implica lo siguiente: el sexo biológico está fijado, pero los roles sociales son productos culturales que podrían ser de otro modo”. Dietrich Schwanitz.
El hombre, refiriéndome en esta caso al varón, al macho de la especie humana, es agresivo por naturaleza. Esto le viene por herencia biológica, por instinto innato, es parte genética de su concepción y a pesar de toda la sabiduría, tecnología, cultura y cualidades civilizadoras a través de los siglos, esa parte primaria permanece inalterada y le es sumamente difícil de dominar. La mujer, la hembra de la especie, también tiene su parte de agresividad, pero actúa de diferente forma y generalmente se manifiesta como un instinto defensivo ante el peligro, por ejemplo en el cuidado de los hijos, aunque en la equiparación del sexo de los tiempos actuales, la situación parece estar cambiando.
Los humanos por lo tanto, actúan agresivamente cuando se ven amenazados, y estas acciones pueden ser de varios modos, una de ellas podría ser enfrentar el peligro y atacar tomando la iniciativa, otra sería huir de la causa amenazante tratando de ponerse a salvo. En ambas una compleja red de sensaciones biológicas se disparan preparando al cuerpo para la acción. Es una reacción estudiada ampliamente por ellos mismos y que conocen muy bien, sin embargo, es curioso que le den poca importancia o que la eludan fingiendo, como es usual, contar con una mente poderosa e inteligente que en estos tiempos, el humano, siendo tan superior, no necesite reconocer porque ha superado la etapa animal o simplemente, el ser vivo que es (susceptible al instinto).
Este quizá, ha sido el problema del hombre social, querer separarse de su raíz biológica y pretender que él está más allá de su herencia, muy por encima de su naturaleza básica. ¿Por qué el humano se avergüenza de su pasado? Morris comenta al caso lo siguiente: “Desgraciadamente, y debido a nuestro poderío y a nuestros éxitos en comparación a otros animales, la contemplación de nuestro humilde origen nos parece bastante desagradable;...Nuestra ascensión a la cima parece una historia de enriquecimiento rápido, y, como todos los nuevos ricos, nos mostramos muy remilgados en lo tocante a nuestro pasado.”
Un caso de soberbia, sin duda, Morris añade: “Algunos optimistas opinan que, dado el alto nivel de inteligencia que hemos alcanzado y nuestras grandes dotes de invención, seremos capaces de resolver favorablemente cualquier situación...que controlaremos nuestros sentimientos agresivos y territoriales, nuestros impulsos sexuales y nuestras tendencias parentales...que nuestra inteligencia puede dominar todos nuestros básicos impulsos biológicos. Yo presumo que todo esto son monsergas. Nuestra cruda naturaleza animal no lo permitirá nunca”.
El varón de la especie ha dominado la escena por miles de años, apareciendo la mujer como un elemento necesario para ciertas funciones, pero soterrado a un papel secundario de acompañante, por lo que se ha observado. En los inicios de la especie, la mujer tenía un lugar similar y equiparable al del hombre, inclusive se le veneraba como una fuente de fertilidad dadora de vida muy importante. Entre la incipiente idea de Dios, la Diosa tenía un rango preponderante.
En todas las culturas antiguas la idea religiosa inicial, que trata de explicar lo que no se comprende y que está más allá del control del hombre, jerarquizaba de la misma forma a Diosas y Dioses. Las deidades femeninas se relacionaban con la naturaleza, con la tierra, con el cielo nocturno (v. gr. con la Luna) mientras las masculinas se identificaban con el cielo diurno y sus poderosas fuerzas como el sol, el trueno, la lluvia. Pero esta situación fue cambiando y el hombre fue acaparando el conocimiento, las artes, el comercio y todas las actividades fuera del hogar, como antes, cuando cazaba, pero con la diferencia que ya no vio a la mujer como su socia sino como subordinada o competidora de sus muy importantes funciones.
Las viejas tradiciones, en el caso de las occidentales, con múltiples dioses y diosas fue moviéndose hacia un dios patriarcal y único. La historia entre esta lucha politeísta y monoteísta dio lugar a las más encarnizadas persecuciones y asesinatos, de un bando y de otro y hoy continúan entre los mismos monoteístas, todos con un dios único pero aparentemente no es el mismo para cada una de las partes en conflicto. Jonathan Kirsch en su libro Dios contra los Dioses dice: “En el corazón del politeísmo se encuentra un enfoque tolerante y desenfadado de la fe y de la practica religiosas, la voluntad de abrigar la idea de que existen muchos dioses y muchas maneras de venerarlos. En el corazón del monoteísmo, en cambio, reside la firme convicción de que existe un sólo dios, y la tendencia a considerar los propios rituales y prácticas como el único modo adecuado de venerar al único dios verdadero”.
El monoteísmo, como los humanos saben, finalmente se impuso y este fue uno más de los factores eliminatorios de la mujer en el mapa humano de importancia. La mujer en la tradición judeo-cristiana, fue hecha a partir de una costilla del hombre, para que el varón no estuviera solo y tuviera compañía, dice una de las religiones del libro, y no sólo eso, sino desafortunadamente, es mencionada como la provocadora del llamado pecado original por el que todos los humanos han sufrido y seguirán haciéndolo, habiendo sido expulsados (Adán y Eva, tales son sus nombres) del mítico Edén por esta transgresión. Por supuesto que esto es una alegoría, una forma de representar la escisión del humano de su pasado natural y no tiene nada que ver con las palabras textuales.
El Homo sapiens Erick Fromm lo explica de forma breve y muy adecuada en El arte de amar: “Lo esencial en la existencia del hombre es el hecho de que ha emergido del reino animal, de la adaptación instintiva, de que ha trascendido la naturaleza -si bien jamás la abandona y siempre forma parte de ella- y, sin embargo, una vez que se ha arrancado de la naturaleza, ya no puede retornar a ella, una vez arrojado del paraíso -un estado de unidad original con la naturaleza- querubines con espadas flameantes le impiden el paso si trata de regresar. El hombre sólo puede ir hacia adelante desarrollando su razón, encontrando una nueva armonía humana en reemplazo de la prehumana que está irremediablemente perdida”.
A pesar de lo que se diga en contra, el Dios verdadero y único para las principales religiones monoteístas del mundo, aunque es diferente para cada una de ellas, como anoté arriba, coincide en que es eminentemente varón, es un dios de clara esencia masculina. A grandes rasgos, la mujer sigue quedando más alejada de la ciencia, de las artes, de la cultura escrita, de la religión excepto como devota creyente o como subordinada de menor categoría en la administración terrena de dios y del hombre, una vida muy definida, pero en la que ella no ha tenido decisión.
La mujer ha permanecido, con unas contadas excepciones en la historia, como espectadora y testigo de las barbaridades que el hombre, con su instinto depredador y territorial camuflado por ideas justificadoras, ha llevado a cabo en muchas ocasiones en detrimento de su misma especie. Durante la historia posterior, el clan masculino dominante ha adoptado diferentes posturas respecto al papel de la mujer, Dietrich Schwanitz en su texto La cultura, comenta: “No hay duda: si el nivel cultural se mide por el carácter pacífico, el rechazo a la violencia y la capacidad de entendimiento, entonces las mujeres son el sexo más civilizado. Podrá objetarse con Nietzsche que ésas son las virtudes de los débiles, pero la civilización la hacen precisamente los débiles, que con la invención de los buenos modales obligan a los fuertes a no comportarse como neandertales”.
Usualmente, si no es que siempre, las ideas que han generado grandes cambios sociales provienen de las capas superiores de cualquier cultura, y luego son permeadas hacia la población general. Así ha sucedido con las revoluciones que el mundo ha experimentado y así pasó con la Revolución Francesa y con todas las que le antecedieron o le siguieron, y por supuesto con la Revolución Industrial que inició en la segunda mitad del siglo XVIII e.c. El comportamiento del hombre (varón) ya venía mostrando cierta mejoría con respecto a las mujeres antes de esta época.
Y llegaron los buenos modales, estos nuevos modos o formas de conducirse, que se habían estado refinando, como antecedente de los cambios franceses, Schwanitz nos dice sobre este aspecto: “Durante los siglos XVI y XVII, el fortalecimiento de las monarquías trajo consigo la aparición de grandes cortes en todos los países europeos, en las que los aristócratas se relacionaban con mujeres de ascendencia aún más ilustre que la suya. Los aristócratas debían mostrarse respetuosos, corteses y galantes con ellas, lo que dio lugar a una cultura del comportamiento, a una nueva cortesía en la que se combinaban el respeto debido a la posición social y el culto erótico a la mujer heredado de los caballeros. El prestigio de un aristócrata ya no dependía solamente de su poder, sino también de su estilo de conducta, de su porte, de su amabilidad, de su galantería, de su ingenio y de su capacidad para cautivar a los presentes con su animada conversación, en una palabra, de lo que desde entonces se llamó las maneras. Quienes juzgaban este estilo eran las mujeres y, por tanto, el primer gran paso hacia la civilización lo supuso la necesidad de satisfacer las expectativas de conducta de las damas distinguidas”.
Los cambios han proseguido a través de los años, hasta esta edad contemporánea del siglo XXI e.c., pero una rápida revisión integral del mundo, nos señala que los humanos aún están lejos de alcanzar un sano equilibrio entre hombres y mujeres en todo el orbe. El movimiento feminista, aquel que pretende, formal y objetivamente, la igualdad justificada de los sexos en el terreno social y cultural, tuvo sus primeros resplandores en Francia como un resultado lateral de la Revolución Francesa.
En la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, Olympe de Gouges ya exigía el derecho al voto y el acceso de las mujeres a los cargos públicos, aunque este fue un primer intento, histórico, tuvieron que pasar más de doscientos años, hasta principios del sigo XX, para que estas propuestas empezaran a hacerse realidad. En esa misma época de la Revolución en Francia, segunda mitad del siglo XVIII, la inglesa Mary Wollstonecraft, también enfatizó que la declaración francesa había olvidado los derechos de la mujer y en 1792 redactó Una reivindicación de los derechos de la mujer, además de lo que exponía Olympe de Gouges, Wollstonecraft se pronunciaba por el derecho de las mujeres a una formación académica adecuada, habló explícitamente del derecho de las mujeres a obtener placer en las relaciones sexuales y acusaba a los hombres de reducir a las mujeres a simples objetos sexuales, amas de casa y madres. Una mujer valiente en un, todavía, completo mundo varonil.
Pasaron muchos años y todas estas propuestas quedaron en el aire, luego llegó Florence Nightingale a escena. En 1855 e.c. durante la guerra de Crimea, transformó y reorganizó el sistema de salud inglés, a pesar de tener en contra a muchos dirigentes. Redujo la tasa de mortalidad del ejército inglés del 41% al 1%. Al finalizar la guerra colaboró en la consolidación de la Cruz Roja, que había fundado Henri Dunant. Nightingale es otra mujer ejemplar que contribuyó a encender nuevamente el movimiento de las mujeres en un plano de igualdad frente a los hombres. Muchas otras mujeres han participado a en esta lucha de emancipación, en los Estados Unidos Betty Friedan fundó en 1966 la “NOW” (National Organisation of Women), detonador del movimiento cultural revolucionario feminista y lo que siguió después.
En este siglo XXI en que nos encontramos, en muchas partes del mundo, la mujer tiene ya un estatus igualitario respecto al hombre, las propuestas iniciadas en el siglo XVIII en Francia, como el derecho al voto y la representación en cargos públicos, son comunes, también la participación social y económica más activa es usual en todos los círculos y ambientes, inclusive en aquellos tradicionalmente de hombres. Pero no todo es lo que parece, aún queda mucho por hacer y a la mujer le cuesta trabajo ganar un peldaño tras otro.
Aún hay lugares en este planeta, por increíble que parezca, en donde la mujer sigue teniendo un estatus de esclava y servidora del hombre, en donde su voz es enmudecida por leyes restrictivas en su contra, hechas por hombres. Hay otros lugares que legal y jurídicamente la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones que el hombre, pero funcionalmente en la sociedad, existen poderosas fuerzas de tradición y cultura que prácticamente anulan cualquier operatividad real y la mujer continua sojuzgada, a veces por ella misma.
Ha sido preciso indagar, en esta exposición, un poco sobre la posición de la mujer en la historia humana, aunque muy ligeramente dada la complejidad y diversidad de hechos al respecto, y lo que ha ganado en un terreno en el que no tendría porqué competir, sin ella simplemente la especie no existiría, es un complemento primordial en la continuación de la vida de los humanos, y me parece que algunos hombres de esta especie no han sido justos, en lo general, en la consideración de su socia como su igual en este experimento natural.
El feminismo o el proceso de autoafirmación de la mujer, en un mundo en donde su protagonismo se ha visto limitado sólo a ciertas áreas de la vida humana, ha traído consecuencias positivas para su estatus de igualdad y de decisión. No todas las posturas feministas han sido congruentes, esto sucede cuando la mujer pretende imitar al hombre, como he observado no considero que esta posición sea favorable para la mujer.
El Homo sapiens es una unidad de dos partes, es hombre y es mujer, están diseñados biológicamente con funciones similares pero diferentes para cada sexo, son, como menciono, complementarios. El objetivo primordial de todos los movimientos para la emancipación de la mujer es lograr que ésta participe y tenga la misma importancia y valor que tiene su contraparte y que de ninguna forma sea dominada o socavada por nadie, como es el derecho legítimo de todo miembro de la especie, independientemente del sexo. Es muy importante para la mujer ir en concordancia con la base biológica y de diseño de su sexo y no pretender ser “igual” en este aspecto que el hombre, si las mujeres emancipadas tratan de pensar y de actuar como lo haría o hace un hombre, la mujer pierde su esencia que precisamente complementa y que también frena al instinto de competencia a ultranza del macho, y un mundo de hombres y de mujeres disfrazadas de hombres no le conviene a la especie.
Esto no es nada sencillo, muchas mujeres para entrar al mundo del hombre han tenido que mantener su femineidad pero han incorporado características agresivas y de competencia típicas del hombre, pero por otro lado ¿qué puede hacer una mujer para evitar esta circunstancia, mantener una postura en pos de la civilidad y armonía que emana naturalmente de ella y aún desarrollarse con éxito en este ambiente y mantener su estatus de igualdad? como dije, no es fácil pero los casos de éxito van acumulándose y los hay, cada vez más frecuentes.
Por otro lado, la violencia hacia la mujer, no ya aquella que minimiza su posición en la vida regular o aquella que la ha considerado inferior en la generalidad histórica de tradición y cultura misógina, sino la que individualmente la daña de palabra y de acción, esto es, la violencia física y emocional degradante dirigida hacia ella en el seno de su entorno, donde mora y duerme, donde trabaja, donde se mueve, se divierte o pasea, o donde se traslada, no es extraña, desafortunadamente.
Y esto no sucede sólo en los países con grandes atrasos legales en cuanto a la igualdad de sexos, en donde se espera que se dé dada la situación, pasa en las sociedades más adelantadas en estos rubros, en la casa del vecino, en la casa de enfrente, a un lado o inclusive en tu misma casa. ¿Por qué un hombre, con una obvia fuerza física mayor por su naturaleza biológica, golpearía a una mujer, su pareja, de naturaleza más frágil? Aún y si no llegara a la agresión física, la agresión verbal ya confiere una amenaza real de temor y de dominio por la fuerza. ¿Qué lleva a alguien (o a varios) a asesinar a cientos de mujeres con un perfil muy definido en una región específica de México? ¿Qué mecanismo hace que un jefe en la oficina se comporte como un patán y le solicite favores sexuales a su subordinada y en caso de no obtenerlos, la eche del trabajo? ¿Qué pasa por la cabeza de aquellos (la oferta) que participan en la explotación de mujeres que secuestran en un lugar y las llevan a otra región o país como esclavas sexuales? y lo peor ¿Qué consciencia humana tienen los que pagan (la demanda) por estos servicios sexuales a estas redes de trata? Son preguntas difíciles tan sólo de concebir, más aún de contestar. Pero los hechos son reales, tanto como la toma y ultraje de mujeres en cualquier guerra, actual o pasada.
No todos los hombres son malos ni todas las mujeres son buenas y viceversa, los humanos son sumamente complejos, como he repetido antes, el punto de vista es en cuanto a la especie en su conjunto, añadiendo ciertas particularidades que una gran porción de ellos padecen o que tienen que ir comprendiendo para buscar soluciones que los lleven a mejorar su civilización. Este, el de la mujer y la violencia hacia ella por los que debieran siempre de cuidarla, es uno de ellos y no es menor.
Los humanos tiene una tarea enorme para ir rompiendo moldes dañinos que se desarrollan a lo largo de la vida, particularmente en la infancia. Desde esas tiernas etapas a los niños se les inicia en los roles tradicionales de una mujer y de un hombre, los colores que hay que vestir, los juegos que están permitidos, las actitudes y las maneras de uno y de otro, quién sirve y a quién le sirven; son los adultos, con sus deficiencias estructurales de su propio acondicionamiento entre lo que es ser hombre o mujer, quienes perpetúan estos condicionamientos. En la lengua alemana existe la palabra neutra kind que define a la niña o al niño, indistintamente, el español no tiene este término neutro, tiene niña o niño, pero no niñe o algo parecido y aunque en esta etapa es fácil identificar físicamente quien es niño o niña, lo cierto es que son sexualmente neutros, recordemos que la sexualidad se inicia en la pubertad con el desarrollo hormonal previo y los cambios evidentes para cada sexo. Sin embargo, desde su nacimiento el niño o la niña ya son tratados como hombre o mujer, azul o rosa y el adoctrinamiento se desencadena.
¿Qué no podrían los humanos, por ejemplo, mejorar esta base doctrinal, establecer la igualdad del valor de ambos sexos desde temprano? Todos en casa trabajan y colaboran por igual, no hay preponderancia del niño en detrimento de la niña, las decisiones de ambos son válidas y respetadas. La identificación de roles, el niño con el padre o la niña con la madre se va dando natural, en un ambiente colaborativo y de igualdad. Esto parece un ambiente ideal, padre, madre e hijos, pero también existen otros, quizá y como es común, el hogar con sólo la madre y el hijo o los hijos, aquí la madre tendría una labor más ardua aunque de igual forma, podría transmitir el sentido de igualdad a los vástagos.
El tema, como diría una mujer notable en la comunicación de noticias de los humanos, tiene muchas aristas. En todo problema, la claridad del planteamiento ya vislumbra la posible solución o soluciones alternas, no es improbable que en la misma pregunta se encuentre parte de su respuesta. A partir de la biología humana, los roles y capacidades de cada sexo son muy claros, es cuando se integra el pensamiento, la mente, en el sentido de formación de creencias y de supuestos, cuando inicia la confrontación y la dirección que tomará tal o cual asunto. Es aquí, en este punto en donde es necesario equilibrar el instinto y la razón, en donde verdaderamente está el estado puro de civilidad y del que tanto se jactan los humanos que ya tienen, pero que a ojos visto, aún están lejos de alcanzar.
Lo cierto es que la violencia de cualquier clase hacia la mujer debe de desaparecer de la faz del planeta, no es concebible que esto suceda en una misma especie que se digne de ser civilizada y pensante, todos los humanos están involucrados en otorgarle el papel de coprotagonismo que nunca debió perder, por el bien de la humanidad.
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